Se trata de
un equipo formado por unas 30 personas, mas de
500 realmente, nacido el 20 de Junio del 1928.
Se tiñe
únicamente de dos colores, blanco y violeta, y habitan en un lugar a las
afueras de una bonita ciudad, llamado el Estadio “José Zoriilla”.
Como en toda
gran familia, no podía faltar la mascota, antes Pucelo y actualmente, “Pepe Zorrillo”,
que con sus múltiples movimientos y sus dinámicas piruetas, anima los partidos
a aficionados y jugadores en los partidos locales.
El club está
formado por personas que intentan hacer mucho con muy poquitos medios. Es por
ello que sus verdaderos seguidores sean probablemente de los más fieles que
haya, sin faltar a ninguna de las citas que tienen con el mismo, derrochando
lágrimas en los momentos difíciles y saliendo de fiesta cuando el esfuerzo ha
dado sus frutos, e incluso aguantando críticas y reproches de quienes dicen
permanecer a un grupo mucho mejor y mayor en número, que lo que único que hacen
de lo anteriormente mencionado es lo de salir de fiesta, pero díganme, ¿Es esto
ser un verdadero seguidor de sus raíces? ¿Es esto sentir verdadera pasión por
el deporte? Porque a mi sinceramente no me lo
parece…
Cada vez que obtienen un título importante, no
sólo se alegran, sino que además se sorprenden, la verdad, no sé de qué se
sorprenden de que el caballo gane al burro.
Pero estos
equipos menores, en mi opinión, me parece que
tienen muchísimo más mérito que cualquiera de los mencionados anteriormente,
jugando en lugares muchísimo más cochambrosos, recibiendo muchísimos menos
medios y con muchísima menos afición, eso sí, ESTA DE LA BUENA.
No creas, que
se ponen una bufanda y acuden al estadio solo para ver a sus amigos y decir
“¡Vamos a ganar, porque soy del equipo ganador!”, NO, van porque les gusta, porque lo sienten y porque es el equipo en el
que les has tocado vivir, y así es como lo ven ellos, se encuentran todos
mordiéndose las uñas en los últimos minutos de un ascenso o un descenso.
En el caso
de que el descenso acabe mal, todo el estadio llora, no se marchan diciendo
“esto es todo por hoy”, al llegar a casa se tumban a la cama cerrando la puerta
de un portazo y no pronuncian palabra alguna.
Pero, por el
contrario, si el ascenso acaba bien, la plaza de Zorrilla se llena de miradas
ilusionadas y caras contentas, que, tras pasar un año entero de entrega, de
espera, de nervios, de momentos de tensión y frió en los estadios, de alegrías
y de penas, obtienen su recompensa, con un desenlace que les alegra la
temporada, los teléfonos se colapsan y las calles se saturan…
¡Pues sí!
Hablo del Real Valladolid y díganme señores, cuando vivirá eso un equipo de
primera división con unas características similares a las que tienen por
ejemplo el Barça o el Madrid.
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