lunes, 26 de septiembre de 2011

Puucela en el corazón

A ver si adivinamos…
Se trata de un equipo formado por unas 30 personas, mas de 500 realmente, nacido el 20 de Junio del 1928.
Se tiñe únicamente de dos colores, blanco y violeta, y habitan en un lugar a las afueras de una bonita ciudad, llamado el Estadio “José Zoriilla”.
Como en toda gran familia, no podía faltar la mascota, antes Pucelo y actualmente, “Pepe Zorrillo”, que con sus múltiples movimientos y sus dinámicas piruetas, anima los partidos a aficionados y jugadores en los partidos locales.
El club está formado por personas que intentan hacer mucho con muy poquitos medios. Es por ello que sus verdaderos seguidores sean probablemente de los más fieles que haya, sin faltar a ninguna de las citas que tienen con el mismo, derrochando lágrimas en los momentos difíciles y saliendo de fiesta cuando el esfuerzo ha dado sus frutos, e incluso aguantando críticas y reproches de quienes dicen permanecer a un grupo mucho mejor y mayor en número, que lo que único que hacen de lo anteriormente mencionado es lo de salir de fiesta, pero díganme, ¿Es esto ser un verdadero seguidor de sus raíces? ¿Es esto sentir verdadera pasión por el deporte? Porque a mi sinceramente no me lo parece…
 Cada vez que obtienen un título importante, no sólo se alegran, sino que además se sorprenden, la verdad, no sé de qué se sorprenden de que el caballo gane al burro.
Pero estos equipos menores, en mi opinión, me parece que tienen muchísimo más mérito que cualquiera de los mencionados anteriormente, jugando en lugares muchísimo más cochambrosos, recibiendo muchísimos menos medios y con muchísima menos afición, eso sí, ESTA DE LA BUENA.
No creas, que se ponen una bufanda y acuden al estadio solo para ver a sus amigos y decir “¡Vamos a ganar, porque soy del equipo ganador!”, NO, van porque les gusta,  porque lo sienten y porque es el equipo en el que les has tocado vivir, y así es como lo ven ellos, se encuentran todos mordiéndose las uñas en los últimos minutos de un ascenso o un descenso.
En el caso de que el descenso acabe mal, todo el estadio llora, no se marchan diciendo “esto es todo por hoy”, al llegar a casa se tumban a la cama cerrando la puerta de un portazo y no pronuncian palabra alguna.
Pero, por el contrario, si el ascenso acaba bien, la plaza de Zorrilla se llena de miradas ilusionadas y caras contentas, que, tras pasar un año entero de entrega, de espera, de nervios, de momentos de tensión y frió en los estadios, de alegrías y de penas, obtienen su recompensa, con un desenlace que les alegra la temporada, los teléfonos se colapsan y las calles se saturan…
¡Pues sí! Hablo del Real Valladolid y díganme señores, cuando vivirá eso un equipo de primera división con unas características similares a las que tienen por ejemplo el Barça o el Madrid.

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